Yo voy a una escuela secundaria de esta ciudad de Hermosillo. Un jueves que salimos temprano por tener la última libre, me fui con mi mejor amigo Daniel y su hermano mayor. Cuando pasamos por la parada del camión nos paramos un rato, porque mis amigos estaban saludando a unas compañeras. Después ví a un “conocido” que siempre se la llevaba ahí, pero de vez en cuando me lo encontraba con los ojos rojos o hablando muy raro. Él se paró para saludarme; me saludó, y después de unos minutos él sacó una pastilla de una bolsa transparente y, un polvo blanco y dijo:
– ¿Lo usas?
– No.
– ¿Lo quieres probar?
– No, yo no le pongo a eso –le contesté.
En ese momento lo único que pasó por mi cabeza fue: “pobre de él, de seguro ya no se puede despegar de eso… Le dije que mis amigos se estaban adelantando y que necesitaba irme con ellos. El tiró la pastilla bruscamente y sólo me dijo: “¡hasta luego!”. Yo me fui, pero de mi cabeza no podía quitarme la imagen de sus enormes ojos rojos y su acento ebrio… Marzo de 2003