Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

Yo tenía mucha fe en Dios, sentía que él no me iba a defraudar, yo sentía una fe tan grande. Yo sabía que mi hijo se pondría bien, a eso me aferraba, a la vida, a su vida. Toda mi familia me decía que pusiera a mi hijo en manos de Dios, que se lo entregara , que el niño ya estaba sufriendo mucho pero el solo hecho de pensarlo me llenaba de miedo y temores.

El niño salió bien librado y el pediatra me dijo que no podía hacer más por mi hijo; que en el Instituto Nacional de Pediatría en México, estaba la única doctora de el país que podía atender a mi hijo. La consultó por teléfono y se le envió el expediente por fax y ella dijo que el niño estaba bien que sólo era el cambio de leche, una leche para enfermedades metabólicas, una leche que sólo doce niños en todo el país la tomaban.

El alimento se le comenzó a suministrar el miércoles, y el viernes 13 de diciembre a las 12:23 p.m. mi hijo entró en paro cardiorespiratorio; yo estaba platicando en la antesala cuando vi que el doctor de urgencias subió, yo sabía lo que estaba pasando, estube casi tres años prestando servicio en Cruz Roja y todo me era familiar. Entendía terminología médica y sabía las reacciones de mi hijo.

El sábado 14, hubo una leve mejoría por la mañana, pero por la tarde empeoró todo, cada vez sus latidos eran mas prolongados, y le suministraron dopamina, el respirador lo tenía al 100% y no dejaba un sólo momento de convulsionar. Desde que el niño entró en paro yo no me separe de él, pero ya era la madrugada del domingo y bajé a descansar casi tres horas, toda mi familia estaba conmigo. Cuando subí, el azúcar  se le subió a más de 500.

Ya le había dejado de trabajar el corazón, se mantenía con el medicamento, los pulmones con el respirador, los riñones con diálisis permanente desde hacía una semana, el hígado con tres exanguíneos; y ahora el páncreas haciendo que se le disparara el azúcar. A las 10:00 a.m. llegaron todos los doctores: el cirujano, cardiólogo, neonatólogos, oftalmólogo y neurólogo.

Me sacaron de la ucep y fui a desayunar, cuando subí ya eran las 11:40 y me di cuenta cuando lo terminaba de revisar el neurólogo, que el niño ya no tenía reflejos en sus extremidades, había perdido el oído y la vista. Después de eso, le redujeron a casi nada la dosis de dopamina, yo le había pedido al pediátra que cuando ya no hubiese esperanza alguna me lo dijera; que no iba a ser tan egoísta como para tener a mi hijo atado de por vida a esos aparatos y escucharlo llorar a diario de hambre y sin poder comer nada poque todo contiene proteínas.

El médico se acercó donde yo me encontraba y no pudo hablar, pero su expresión me lo decía, todo era el final, sus signos vitales eran apenas perceptibles, lo voltee a ver y le dije que por favor ya lo dejara descansar estaba yo sola con mi hijo y comencé a quitarle los aparatos, a desconectarle los electrodos, lo estaba dejando ir, él ya tenía muerte cerebral y nada se podía hacer. Mi  hijo falleció a las dos de la tarde del domingo 15 de diciembre del 2002 y este lunes próximo cumple un año de haber fallecido, un año tan rápido, pero tan lento, demasiado lento.

Alexander para la fecha de su muerte, todavía no debería siquiera de haber nacido... Diciembre de 2003