Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

Luego, sucedió que un día ya no quiso decirla para nada, y no me dijo por qué, sólo que ya no se acordaba del dragón. Me pareció muy raro, pero como él no dijo más, lo dejé que se le pasara para que luego viniera a contarme, pero no dijo nada tampoco. Unos días después, una compañera de mi trabajo, que tiene a su hija en el mismo grupo que mi hijo, me comentó que "que mala onda se había visto la maestra” porque llevó a un jurado para que los niños les volvieran a recitar, y de ese concurso salió ganadora la hija de la maestra, por lo cual ella sería quien los representaría en el concurso de grupos. Entonces fue cuando entendí por que Isaac ya no quería decirla, porque estaba enojado, dolido, porque la maestra le dijo algo que luego no cumplió. Hablé con él en casa, y me dijo que sí era cierto, que eso había pasado y que nunca, y por ningún motivo, quería volver a decir ¡esa mugrosa poesía! (esas fueron sus palabras). Yo le dije que para mí él es especial, que lo quiero aunque no vaya a ningún concurso, pero aún así el estaba triste. Aún ahora, cuando recuerda todo eso, se le llenan los ojitos de lágrimas, aunque su cara muestre una actitud de desafío como si no le importara nada.

En la siguiente semana fui a hablar con la maestra, respecto a la mala conducta de Isaac en la clase, porque me lo suspendieron tres días por golpear a otro niño en el salón. Hablamos de la mala conducta, de la falta de interés por las clases que no sean matemáticas, de la agresividad, e incluso de que ya hemos tenido problemas cada inicio de curso mientras se adapta el niño a su nuevo grupo. Pero también le dije que esto también lo vamos a superar, y va a tener muy buenas calificaciones, y tal vez estar entre los primeros lugares, como ha pasado ya en los ciclos escolares anteriores. Fue ahí donde salió a flote el asunto de la poesía, y ella fue quien me dijo que había llevado a un jurado para que éste fuera imparcial, para que los demás padres no pensaran que ella había enviado a su hija representando al grupo sólo porque era su hija, que el jurado decidiría así, imparcialmente. Lo malo es que el jurado decidió por la hija de la maestra, y al final esto dejó muy frustrado a mi niño, que había confiado en su palabra. La maestra me dijo que le había dado muchísima lástima Isaac, pero que el jurado había elegido y se tenía que seguir la decisión. También me dijo que después de eso, era mucho más visible el desinterés del niño por las clases, que a veces se acostaba sobre la paleta del mesabanco y no quería ni sacar los libros.

A nosotros, como a todos los padres, creo por supuesto, que nos interesa lo mejor para nuestro hijo, y es por eso que a veces nos vemos a nosotros mismos atados de manos cuando se trata de solucionar los asuntos relacionados con el. Como en este caso, con la maestra, que ganas tenía yo de ¡darle una buena sacudida por la forma en que manejó las cosas! pero no puedo más que hablar con ella y pedirle que sea paciente con mi hijo, y que trate de entenderlo, y ayudarlo. Le expliqué que es un niño diferente, pero muy inteligente, que por favor no me lo etiquete porque los niños son muy sensibles a la crítica. La maestra sólo contestó que ella tiene 40 alumnos, y que no puede atenderlo de manera especial porque los otros 39 lo resentirían. Al final de la plática, quedamos en que Isaac seguirá yendo con la psicóloga, y que nuestra familia lo ayudará a trabajar en los problemas de conducta, para que en la clase pueda ser menos conflictivo y más productivo. La maestra dijo que nos ayudaría, pero que decidiéramos nosotros si había que pedir que le recetaran algún medicamento para calmarle esa energía; ella nos sugería que lo pensáramos seriamente.

Todo esto me enoja muchísimo y también me asusta, porque no quiero hacer algo que afecte a mi hijo, no quiero pelear con la maestra, porque entonces será él quien lo pague clase tras clase... Pero tampoco quiero que él crea que no me importa lo que le pase o como se sienta. Mi punto no es si Isaac debió o no haber ido al ¡bendito concurso! mi punto es que si ella le dio su palabra al niño, la debió haber cumplido, o simplemente no debió haberle dicho nada. Conociéndolo, estoy segura que para él habría sido suficiente con que le dijera que lo hizo muy bien. Ese es el fin de todo, lo único que él buscaba era aceptación, esa cosa tan simple y tan (pareciera) normal, es lo único que estos niños necesitan. Nada más.

En este punto es donde estamos ahora, pues nosotros deseamos agotar todas las posibilidades antes que usar químicos con él, a menos que no haya otra solución. Yo tengo una abuelita que sufre diabetes, pero desde que usa insulina le vale gorro lo que come; así que parece que eso le diera licencia para portarse mal.

Esto lo aplico al caso de Isaac: no quiero que una pastilla sea todo el remedio, no creo que haya químicos mágicos; quisiera poder encontrar la causa de esto y eliminarlo, no sólo atacar los síntomas. Quisiera poder darle a mi hijo la opción de una vida normal, y ya que él decida qué quiere hacer con ella.

Dice la gente grande, que antes no había tanta tontería de sicólogos ni síndromes ni cosas de esas, ¡y mira que bien salían los chamacos entonces! Yo pienso que no es así, antes también había esas cosas, pero como no eran conocidas, simplemente se les ignoraba, y quienes las padecían no dejaban de padecerlas por el simple hecho de ser ignoradas. Me da una tristeza tremenda pensar en cuantas personas ahora adultas han pasado por esas situaciones y por no poder adaptarse recurren a drogas, alcohol, cultos, y sabrá Dios que otras cosas para sentirse "aceptados", para encajar en nuestra sociedad... No los justifico, pero a veces creo que los entiendo, viendo las escuelas con reglas rígidas donde sólo la gente promedio es aceptable, y ni los más lentos ni los más rápidos son bien vistos. Aquí en México nos educan para ser "del montón". ¡Y luego nos quejamos de tener las ciudades, los estados y el país que tenemos! (Enero de 2003) .