Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

 

Ese día, (sábado 1ero) me realizaron un electrocardiograma y análisis de sangre. El medicamento me lo cambiaron a vía oral y me siguió cayendo bien.

Hasta me visitaron unas clientas de mi tía abogada; pues como soy su secretaria particular todos sus clientes me conocen. El novio de mi mamá me regaló una almohada de piolín. Me visitó un doctor que la verdad su nombre es lo menos importante; hizo su chequeo de rutina y de una manera muy déspota me preguntó que si cómo estaba y qué tenía. Porque no tuvo la capacidad de ser amable y checar mi expediente; pero yo no puedo hacer nada. También en la noche, en los cambios de horario de las enfermeras, iban y me avisaban que estarían ellas para cualquier cosa. Hasta platiqué con una de cómo se debía pintar; estaba bien. El domingo estuvo normal y desde el viernes, el teléfono de mi mamá no paraba de pitar con mensajes para mí de gente que me quiere; mi mamá estaba conmigo y ni se separaba de mí. El lunes me despertaron temprano y me tenían en ayuno porque me iban a tomar muestras de sangre; me sentía bien, me llevaron a hacer las radiografías y hasta allá fue la química a sacarme sangre. Después, en cuanto me sacó la aguja, tuve otra convulsión; inmediatamente me llevaron a urgencias y me impregnaron de fenidantoín. Y el médico coordinador de servicios médicos decidió que me trasladaran a Hermosillo, impregnada y con supervisión médica. Y una doctora dijo que no había necesidad; pero él tenía la última palabra. En todo el camino me dormí y mi mamá se fue conmigo, y el doctor en la ambulancia. Llegamos a Hermosillo al hospital, a urgencias; tardaron como dos horas en atenderme. Y llegó un doctor y dijo, sin checar ni nada, que era epilepsia; sin haberme hecho estudios. Después me pasaron a pediatría, y no tenía ya ningún medicamento sólo estaba con suero. Me atendieron bien; pero después de alguno que otro altercado que tuvieron mi mamá y mi tía con doctores y demás autoridades médicas, ahí sí, me atendieron de maravilla porque mi tía ya era ampliamente conocida. Me realizaron estudios de sangre, placas, electros. También me pusieron fenidantoín intravenoso y me cayó muy mal, y me lo dieron vía oral y ya me sentí mejor.

Todos los estudios salieron perfectamente, lo único que salió con alteración fue el electroencefalograma.

Estuve en compañía siempre y con buenos cuidados; dicen que la comida estaba rica, pero la verdad para mi parecer era malísima. O es que ahí nada me sabe rico. También se me bajaba la presión y me la checaban cada dos horas. Los últimos días estuve bien y sin suero; hasta ya veía la tele con más entusiasmo.

Cuando me dieron de alta, me checó el otorrinolaringólogo y me dijo que necesitaba tratamiento porque tenía sinusitis.

Me despedí de todos; las enfermeras fueron amables y lindas, aunque unas me cayeron mejor que otras.

La verdad no le deseo esto a nadie; porque estar en un hospital sea cual sea el motivo es muy deprimente.