cuarto a decirme que ya nos íbamos y no me encontró y fue a buscarme al baño y fue cuando me encontró, ella dice que estaba morada y muy helada, sudando: estaba convulsionando. Ella quiso agarrarme y se cayó junto conmigo, empezó a golpearme en el pecho y a moverme la cara. Eso no lo recuerdo, pero estoy casi segura que yo sentí que todo me dio vueltas y que se me puso negro todo como si hubiera caído a un vacío. Y comenta mi tía que yo le dije después como de unos dos minutos que estaba convulsionando, le dije:”ya tía, ya estoy bien”. Ella le gritaba a mi abuelo que fuera a la funeraria, que está enseguida de mi casa, para que le ayudaran. Pero cuando él salía de la casa pasó mi nina, y mi abuelo le dijo que estaba mal. Ella entró y me dieron agua; recuerdo que no tomé. Llegó el hijo de mi nina y me levantó del piso, pero antes de eso llamó mi mamá a la casa, de su celular para decirle a mi tía que ya iba en camino; y como de su trabajo a mi casa en carro son como 7 minutos, pues ya casi llegaba y mi tía le dijo qua ya no se apurara porque yo ya estaba muerta. Y mi mamá le dijo al doctor con el que venía que es su compañero de trabajo que se apurara. Llegaron bien rápido y yo ya estaba llegando a la puerta de mi casa, al mismo tiempo que mi mamá llegó.
Me subí al carro; estaba muy débil, helada, sudorosa y mareada, muy mareada. Pero recuerdo que dije que mi credencial estaba en mi cartera, no la había sacado; mi mamá venía con una amiga de su trabajo también, y me ayudaron a subirme al carro. Cuando llegamos a la clínica nueva, todavía seguía mareada, pero recuerdo todo muy claramente porque me acostaron en urgencias y la Trabajadora Social le preguntó mi nombre a mi mamá y me buscó en la computadora, pues no llevaba mi credencia. Me canalizaron en ese momento, ni me dolió el piquete, pues la verdad soy muy miedosa para los piquetes. Solamente me preocupaba que el doctor que me dijo que me tenían que coser porque era profunda la herida no me fuera a rapar. Luego llegó el doctor que es amigo de mi familia y ahí trabaja; y me acuerdo que me dijo: ¡Ay Samaniego! ¿Qué te pasó? Y para distraerme en el momento de que me estaban cosiendo, me contó una anécdota de cuando estaba en la universidad con mi tío el doctor.
El médico que me cosió, no me rapó -¡gracias a Dios!-, solamente me cortó cabello, y me dolió en el alma porque es mi tesoro más preciado. Me pusieron carbamasepina en el suero y me pasaron a encamados. Ahí descubrí que no todos los médicos y las enfermeras son tan inhumanos; y aunque usted se moleste, son muy institucionalistas y muy secos con sus pacientes y no demuestran tener calidad humana; no lo digo por usted, claro.
Ese día me visitaron mis amigas, los gemelos, otra amiga, familiares y compañeros de mi mamá que son personas de lo más lindas y sinceras; también mi madrina, su esposo e hijos. Que ella me quiere como su hija y yo soy para sus hijos como su hermanita; me cuidaron mucho. Pero la visita que más me agradó fue la de uno de mis mejores amigos llamado Manuel; y sí lo sentí sincero porque con mis otros, no tanto. Yo pienso que fue más morbo que preocupación por mí, pero no me interesa mucho. El medicamento me cayó muy bien; me dolía la cabeza y la cadera. Al día siguiente, el sábado ya que me pasaron a pediatría, conocí a unas enfermeras muy lindas y cariñosas y que estaban al pendiente mío y de la niña que estaba enseguida de mí. Tal vez estaban al pendiente mío y de la niña porque éramos las únicas a su cargo; si nó quién sabe.