Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

Pero el huevo no hacía sino crecer y crecer y adoptar una forma cada vez más humana. Alicia, al aproximarse, vio que tenía ojos, nariz y boca; y cuando estuvo aún más cerca, vio claramente que se trataba de HUMTY DUMPTY en persona. “¡No puede ser más que él! —se dijo—, ¡tan segura estoy como si pudiera leer su nombre grabado en plena cara!”
Cualquiera, fácilmente, hubiera podido escribirlo cien veces en una cara tan enorme. Humpty Dumpty estaba sentado a la turca, con las piernas cruzadas, sobre lo alto de —un muro un muro tan estrecho que Alicia se preguntaba cómo diablos podía mantener el equilibrio—; y tenía fijos los ojos en dirección contraria a Alicia, sin prestarle la menor atención, por lo que ella pensó si no sería una figura disecada.
—¡Es exactamente igual que un huevo! —dijo en voz alta, al tiempo que extendía las manos para cogerlo, segura de que iba a caer de un momento a otro.
— Es muy fastidioso que a uno lo llamen huevo —dijo Humpty Dumpty tras un largo silencio y sin mirar a Alicia, ¡muy fastidioso!
—Señor, yo no dije que fuera un huevo, sino que era igual que un huevo —le explicó amablemente Alicia—. Y hay huevos preciosos, ¿no es verdad? agregó, tratando así que su anterior observación pasara por una suerte de cumplido.
—¡Hay gente —dijo Humpty Dumpty, como siempre apartando de ella la mirada que no tiene más sentido común que un recién nacido!
Alicia no sabía qué contestar: propiamente, no se podía llamar a esto conversación, pensó, pues nunca se dirigía a ella, y de hecho, su último comentario iba evidentemente dirigido a un árbol… Así que, sin moverse, se puso a recitar muy bajito:

Humpty Dumpty en un muro se sentó,
Humpty Dumpty de espaldas se cayó.
Los hombres y caballos del monarca
sobre el muro no pudieron reponer al rechoncho patriarca.