Pero el huevo
no hacía sino crecer y crecer y adoptar una forma cada
vez más humana. Alicia, al aproximarse, vio que tenía
ojos, nariz y boca; y cuando estuvo aún más
cerca, vio claramente que se trataba de HUMTY DUMPTY en persona.
“¡No puede ser más que él! —se
dijo—, ¡tan segura estoy como si pudiera leer
su nombre grabado en plena cara!”
Cualquiera, fácilmente, hubiera podido escribirlo cien
veces en una cara tan enorme. Humpty Dumpty estaba sentado
a la turca, con las piernas cruzadas, sobre lo alto de —un
muro un muro tan estrecho que Alicia se preguntaba cómo
diablos podía mantener el equilibrio—; y tenía
fijos los ojos en dirección contraria a Alicia, sin
prestarle la menor atención, por lo que ella pensó
si no sería una figura disecada.
—¡Es exactamente igual que un huevo! —dijo
en voz alta, al tiempo que extendía las manos para
cogerlo, segura de que iba a caer de un momento a otro.
— Es muy fastidioso que a uno lo llamen huevo
—dijo Humpty Dumpty tras un largo silencio y sin mirar
a Alicia, ¡muy fastidioso!
—Señor, yo no dije que fuera un huevo, sino que
era igual que un huevo —le explicó amablemente
Alicia—. Y hay huevos preciosos, ¿no es verdad?
agregó, tratando así que su anterior observación
pasara por una suerte de cumplido.
—¡Hay gente —dijo Humpty Dumpty, como siempre
apartando de ella la mirada que no tiene más sentido
común que un recién nacido!
Alicia no sabía qué contestar: propiamente,
no se podía llamar a esto conversación, pensó,
pues nunca se dirigía a ella, y de hecho,
su último comentario iba evidentemente dirigido a un
árbol… Así que, sin moverse, se puso a
recitar muy bajito:
Humpty Dumpty en un muro se sentó, |