Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.
— En este poema, el verso final es demasiado largo —observó casi en voz alta, olvidándose de que Humpty Dumpty podía oírla.
— A ver si dejas de musitar todo el rato —dijo Humpty Dumpty, mirándola por primera vez—, pero dime tu nombre y el asunto que te trae.
—Mi nombre es Alicia, pero…
— ¡Que nombre más estúpido! —le interrumpió con impaciencia Humpty Dumpty—. ¡Qué significa?
—¿Es que un nombre tiene que significar algo? —preguntó tímidamente Alicia.
— ¡Claro que sí! —dijo con una risita seca Humpty Dumpty—. Mi nombre significa exactamente la forma que tengo (una forma, por cierto, muy hermosa). Tú en cambio, con un nombre así, podrías tener cualquier forma.
—¿Por qué está usted sentado aquí tan solo? —dijo Alicia, deseosa de no meterse en discusiones.
—¡Vaya, porque no hay nadie conmigo! —exclamó Humpty—. Creías que no iba a saber responder a esa pregunta, ¿no? Haz otra.
—¿No cree que aquí abajo en el suelo estaría más seguro? —prosiguió Alicia sin ninguna intención de proponerle otro acertijo sino, simplemente, por la inquietud muy noble que le inspiraba la extraña criatura—. ¡Ese muro es tan estrecho…!
—¡Qué adivinanzas más fáciles me pones! —gruñó Humpty Dumpty—.
¡Pues claro que no lo creo! Fíjate bien, si realmente me cayera (lo cual es impensable, pero en fin… en caso de que ocurriese… —y al decir esto frunció la boca y adoptó unos aires tan altivos y solemnes que Alicia casi no pudo contener la risa—, si cayera —prosiguió—, el rey me ha prometido… ¡ah, y pásmate si quieres…!, ¿a que no sabes lo que te voy a decir…?, el rey de viva voz me ha prometido...
—“Enviar sus caballos y sus hombres” —le interrumpió imprudentemente Alicia.
—¡Lo que me faltaba oír! —Gritó Humpty Dumpty presa de una súbita cólera— Habrás estado escuchando detrás de las puertas… de los arbustos… oculta en las mismísimas chimeneas… ¡de lo contrario, no lo sabrías!
— ¡Claro que no! —le dijo muy suavemente Alicia. Está en un libro.
—¡Ah, bueno! Es posible que tales cosas consten en libro —dijo Humpty Dumpty en tono algo más sosegado—. Eso es lo que llaman Historia de Inglaterra, eso es. Y ahora, ¡mírame bien!: soy de los poco, yo, que han logrado hablar con un rey… posiblemente no verás nunca a nadie que haya gozado de un privilegio semejante. Y para que veas que no me domina la soberbia, te permito que me estreches la mano. —Y diciendo esto, se inclinó desde su altura, con una sonrisa que le cruzaba hasta las orejas, y le tendió la mano. Alicia tímidamente, se la tomó, mientras lo observaba con inquietud. “Si llega a sonreír un poco más —pensó—, va y se le juntan por detrás las comisuras de los labios… y entonces, ¡no sé qué iba a pasar! ¡Qué horror si se le desprendiese la cabeza!”
—Sí, todos sus caballos y sus hombres —prosiguió Humpty Dumpty— me recogerían en el acto, ¡lo harían! Pero esta conversación va demasiado deprisa: volvamos a lo penúltimo que dijimos.
—Me temo que no me acuerde con exactitud —dijo muy cortésmente Alicia.
—En ese caso, partamos de cero —dijo Humpty Dumpty—, y ahora me toca a mí elegir el tema (“Habla como si se tratase de un juego”, pensó Alicia). Pues ahí va mi primera pregunta: ¿ Qué edad me dijiste que tenías?
Alicia hizo un breve cálculo y respondió:
— Siete años y seis meses.
—¡Falso! —exclamó triunfalmente Humpty Dumpty—. Eso nunca me lo dijiste.