— Pensé que “¿qué
edad tienes?”, fue lo que usted quiso decir —explicó
Alicia.
— Si lo hubiera querido decir, lo habría dicho
—dijo Humpty Dumpty.
Alicia se calló para evitar una nueva discusión.
— ¡Siete años y seis meses! — repetía
pensativamente Humpty Dumpty. Una edad bien incómoda.
De pedirme a mí un consejo, te habría dicho: “Deténte
en los siete años”… pero ahora ya es demasiado
tarde.
— Nunca pido consejo en materia de crecimiento —dijo
Alicia, indignada.
— ¿ Con que orgullosilla? —sugirió
el otro.
Alicia, ante tal sugerencia, aún se sintió más
indignada.
—Quiero decir —añadió— que no
puede una evitar el ir creciendo.
—Una
quizá no —dijo Humpty Dumpty—, pero dos
sí. Con la ayuda adecuada, podías haberte detenido
en los siete años.
— ¡Que cinturón
más bonito lleva usted! —observó de pronto
Alicia (habían hablado ya, más que de sobra,
del tema de la edad, pensó, y si realmente iban a elegir
temas por turno, ahora le tocaba a ella). O mejor
dicho— rectificó tras una segunda reflexión—,
que bonita corbata… no, cinturón… ¡oh,
perdón! —Agregó Alicia, muy azarada al
ver la mirada hostil de Humpty Dumpty y, a la vez, ya arrepentida
de haber elegido ese tema: “si por lo menos supiera
—pensó—, cuál es su cuello y cuál
es su cintura…”.
Sin duda Humpty Dumpty estaba furioso, pero durante uno o dos
minutos no dijo palabra. Cuando al fin rompió el silencio,
no se oyó sino una suerte de gruñido.
—¡Si hay
algo que me exaspera —dijo—
es una persona que ni siquiera sabe distinguir entre una corbata
y un cinturón!
— Confieso que es debido a mi gran ignorancia —dijo
Alicia en un tono de tal humildad que aplacó a Humpty
Dumpty.
— Es una corbata, niña, una hermosa corbata, como
tú bien has dicho.
Un regalo del Rey Blanco y de la Reina Blanca. ¡Para que
veas!
—¿De veras? —dijo Alicia muy complacida al
ver que, a fin de cuentas, no había elegido tan mal el
tema.
—Me lo dieron —prosiguió Humpty Dumpty con
mucha solemnidad, cruzando las piernas y apoyando sobre la rodilla
ambas manos—, me lo dieron como regalo de incumpleaños.
—¿Perdón? —dijo Alicia con aire intrigado.
— No me has ofendido —repuso Humpty Dumpty.
—Quiero decir: ¿qué es un regalo de incumpleaños?
—Un regalo que se da cuando no es cumpleaños, claro.
Alicia tras reflexionar un poco, dijo al fin:
— Yo prefiero los regalos de cumpleaños.
— ¡Tú no sabes lo que dices! —gritó
Humpty Dumpty—. ¿Cuántos días tiene
el año?
— Trescientos sesenta y cinco.
— ¿Y cuántos cumpleaños tienes tú
al año?
— Uno.
— Y si de trescientos sesenta y cinco restas uno, ¿qué
queda?
—Trescientos sesenta y cuatro, naturalmente.