Esta
frase leída rápidamente por alguna persona ajena a nuestra
familia, tal vez sea sólo eso, una frase más, pero para
mí, ser tu madre significa todo, ya que representa los mejores
años de mi vida.
¿Por qué?. Tal vez algún día te hagas esta pregunta y probablemente tu respuesta sea otra.
Hijo, a través de ti empecé a conocerme, pude entrar en mí, para tratar de sacar a la mujer-madre que estaba dormida, tú me despertaste, e hiciste que abriera mi mente, mis ojos, mi corazón y todo mi ser, para de esta manera poder ser tu todo e iniciar juntos nuestro andar en este mundo maravilloso de la discapacidad.
Gracias a ti, hijo, pude darme cuenta de la gran familia que tenemos; ya que tus abuelos, tíos y primos han sido más que un apoyo en nuestro andar, sin ellos probablemente no estaríamos hoy aquí.
Gracias
a ti, hijo, hemos tenido la fortuna de elegir a tus doctores, terapeutas
y maestras, los cuales se han convertido en más que eso, también
los verdaderos amigos se han quedado... Y los que no, se han ido.
Gracias a ti, hijo, Dios nos ha mandado a esta casa un ángel,
tu prima Gabriela, quien ha sido una parte tan importante en tu rehabilitación;
es la que te motiva a hacer las cosas que antes nos parecían
imposibles: te hace reír, te hace llorar, juega contigo, te regaña,
te dice si, te dice no, te tiene paciencia, te quiere. Dice que tú
eres su duende, es la que dice “Que ella también es una
niña especial como tu”, y cuando alguien le pregunta ¿Por
qué Daniel no camina? Ella responde: “El no camina, ni habla
porque no tiene dientes”.
Contigo he aprendido
a luchar, a reír, a llorar, a gritar, a callar, a no darme por
vencida, a tener paciencia para enfrentar todos los momentos difíciles
que hemos vivido.
Gracias hijo, por darme
ese ejemplo de voluntad, fortaleza y perseverancia que has demostrado
tener.
Gracias a ti, hijo,
conozco la vida y lo grande y maravilloso que es DIOS.
Tu madre: Catalina A.