Capítulo
XXXIII
Donde se cuenta el mal suceso que Don Quijote tuvo en la aventura del
rebuzno, que no la acabó como él quisiera.
Después de salir de la venta, Don Quijote quiso visitar aquellos
contornos antes de entrar en la ciudad de Zaragoza. Con esa intención
siguió su camino hasta que al tercer día, subiendo una
loma, oyó un gran rumor de tambores, trompetas y arcabuces3.
Al principio pensó que algún ejército pasaba por
allí, y, para verlo, picó a Rocinante y subió la
loma arriba. Cuando estuvo en la cumbre vio, al otro lado, a más
de doscientos hombres armados.
Bajó de la cuesta y se acercó al escuadrón, hasta
distinguir las banderas y estandartes, especialmente uno en el que estaba
pintado un asno con la boca abierta, como si estuviera rebuznando, alrededor
del cual estaban escritos estos versos:
No rebuznaron en balde.
El uno y el otro alcalde.
Por esta insignia, comprendió Don Quijote
que aquella gente debía de ser del pueblo del rebuzno, y así
se lo dijo a Sancho, extrañado únicamente de que en la
inscripción dijese "alcaldes" en lugar de "regidores".
-No hay que extrañarse
de eso, señor -dijo Sancho-. Tal vez aquellos regidores hayan
ascendido a alcaldes. Y tan bien puede rebuznar un alcalde como un regidor.
Llegó Don Quijote hasta ellos, y los del escuadrón le
recibieron creyendo que era alguno de los de su bando. Y aunque nadie
le preguntó nada, dijo el caballero:
-Yo, señores
míos, soy caballero andante, cuyo ejercicio es el de las armas
y cuya profesión es ayudar a los menesterosos. Hace días
que he sabido de vuestra desgracia y la causa que os mueve a tomar las
armas para vengaros de vuestros enemigos. Y habiendo pensado en ello,
os diré que creo que estáis equivocados al sentiros afrentados,
porque ningún particular puede afrentar4 a un pueblo
entero.
Tomó aliento Don Quijote, y viendo que aún le prestaban
atención, continuó diciendo:
Los hombres prudentes, por cuatro cosas han de tomar las armas. La primera
por defender la fe católica; la segunda por defender su vida;
la tercera, en defensa de su honra, de su familia y su hacienda; y la
cuarta, en defensa de su patria. Pero tomar las armas por niñerías
es cosa de risa.
Quiso entonces Sancho seguir el discurso de su amo,
y añadió:
-Mi señor tiene
razón en sus consejos; pues es de necios enfadarse sólo
por oír un rebuzno. Yo me acuerdo que cuando era muchacho rebuznaba
cuando se me antojaba, y con tanta gracia y tan bien que, rebuznando
yo, rebuznaban todos los asnos del pueblo. Y para que se vea que digo
la verdad, esperen y escuchen, que esta ciencia es como la de nadar,
que una vez aprendida, nunca se olvida.
Y puesta la mano en las narices, comenzó a rebuznar tan fuertemente
que todos los valles cercanos retumbaron. Entonces, uno de los que estaban
junto a él, creyendo que les hacía burla a ellos, alzó
el palo que tenía en la mano, y le dio tal golpe, que lo derribó
en el suelo.
Al ver Don Quijote que así atacaban a su escudero, arremetió
contra el que le había atizado, pero fueron tantos los que se
pusieron en medio, que no fue posible vengarlo. Por el contrario, al
ver que llovía sobre él una nube de piedras, volvió
las riendas a Rocinante y salió de allí a todo galope,
temiendo a cada paso que alguna piedra le entrase por las espaldas y
le saliese por el pecho.
Pero los del escuadrón se contentaron con verle huir y no le
tiraron más. Luego, cuando Sancho volvió en sí,
lo pusieron sobre su jumento y lo dejaron ir tras su amo.
-Es de varones prudentes
guardar para mejor ocasión iba murmurando Don Quijote, quien
al ver llegar a su escudero le increpó 5:
-¡En mala hora
te pusiste a rebuznar, Sancho! ¿Acaso ignoras que no se debe
nombrar la soga en casa del ahorcado?
-No estoy por responder
-dijo Sancho-, que tengo dolorido todo el espinazo hasta la nuca del
cerebro.
Y así, poco a poco. Llegaron hasta una alameda donde pudieron
descansar de sus muchas fatigas y dolores.
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Los pasajes anteriores, fueron seleccionados del libro Don Quijote de
la Mancha -considerado uno de los monumentos más importantes
de la literatura universal- de Miguel de Cervantes Saavedra, escritor
español, nacido en Alcalá de Henares (1547-1616). Dichos
pasajes corresponden a una versión infantil, editada por Grafalco.España,
1998.
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1 Alabarda. Arma ofensiva que consta de un asta
de madera y de una cuchilla transversal, aguda por un lado y con figura
de media luna por el otro.
2 Regidor. Concejal, miembro del regimiento municipal.
3 Arcabuz. Antigua arma de fuego.
4 Afrentar. Causar vergüenza o deshonor, humillar.
5 Increpar. Regañar, reprender con dureza.