Recuerdos de Infancia
Yo
tenía seis años cuando me mandaron a prepararme para la
primera comunión. Era frente a mi casa, con una maestra ya muy
mayor, que tenía una casa muy antigua, todo era viejo ahí.
La entrada era un zaguán grande que rechinaba al abrir el portón,
los pisos eran de madera y sonaban al caminar por ellos; tenía
todos los muebles muy antiguos, de madera labrada, ya todos pintados
de amarillo mostaza, muy vieja la pintura también, como removida
por la humedad -creo yo-, y eso también daba un aroma muy clásica.
Eran muchos libreros en forma de vitrinas, como cuatro a los lados del
amplio pasillo de la entrada y algunos en el resto de la casa, llenos
de libros muy grandes, de pastas gruesas. Creo que tenía mucha
literatura de pasajes de la Biblia y más, porque cuando nos platicaba
historias de ésta, nos enseñaba de los mismos libros imágenes
de ellos ¡ pues realmente eran feos los dibujos !.
La maestra cuando nos daba clases, a veces mientras nos enseñaba a rezar o nos platicaba historias, hacía sus quehaceres en la casa, a como podía. Y era impresionante estar ahí; siempre andaba agachadita ya de viejita, vestida toda de negro hasta el suelo y la cabeza. A nosotros nos regañaba cuando el vestido no estaba debajo de la rodilla; es más, cuando llegábamos a su clase, era la revisión hincarnos, y ya hincados, el vestido tenía que llegar al suelo; si no era así, iba ese u otro día y regañaba a mi mamá. Así que teníamos vestidos especiales con manga y largos, aparte calcetas para ir a la doctrina.
Cuando nos contaba historias bonitas sobre Dios, levantaba la cabeza como de ladito y se le veía el semblante de emoción; pero cuando nos hablaba del infierno, de las llamas, el purgatorio, y como se quemaban las ánimas y cosas así -a parte que enseñaba las imágenes de sus libros- lo expresaba también de una manera, que pues, daba miedo. Bueno pues, nosotros, nos sentábamos en sus sillas y sillones viejos, muy antiguos, todo olía a libros viejos, madera vieja; y creo que a cucarachas también, porque de repente en una ocasión me asustó que uno de los cuadros que tenía colgados en la pared, creo que era el Sagrado Corazón de Jesús, se movía. Pero después vi las antenitas de cucarachas que salían por las orillas, y eso era, cucarachas nada más. También tenía un reloj grande en el comedor, su sonido era muy feo. En el comedor como en la sala había como unos tapetes, de esos con flores que ya parecían del mismo piso, como que ya tenían muchos años ahí. La sala era de esos muy acolchonados que al sentarse se hundía uno en sus asientos.
La maestra tenía una hermana, yo creo todavía mayor que ella, muy pocas veces me tocó verla ir a misa; pero como que ya no podía salir esta viejita, pues recuerdo que una vez mientras nos daba clase, le preparaba comida a "Doña Nieves" y me mandó a que viera en el cuarto si estaba dormida o despierta. Recuerdo que subí unas escaleras de madera por fuera de la casa, en el patio, era un cuarto oscuro. De la viejita no me acuerdo, nada más la recuerdo cuando iba a misa y cortaba hojas de los árboles.
Realmente no recuerdo bien, creo que antes de llegar a la cocina había otra habitación con camas. Yo no se como estaba esa viejita en ese cuarto de arriba, cómo subía y bajaba (siempre me quedé con esa duda). La casa tenía habitaciones que daban a la calle, pero esas, eran rentadas a familias, que realmente esas eran las que daban al frente de mi casa. Entre todos esos cuartos, eran dos familias; y en el frente de la casa había una habitación grande donde vivía una enfermera del IMSS que entraba por el portón grande, ella vestía siempre de blanco.
Bueno, pues también tenía la maestra casas de renta, como para el Cerro de la Campana y, a veces, la acompañábamos a cobrar la renta, o también para comprar carne o algo para hacer comida; y mientras caminábamos alrededor de su sombrilla (cuando a mi me tocó prepararme éramos tres niños nada más, pero con mis hermanos recuerdo eran grupos más grandes); a bueno, la acompañábamos, y mientras, seguía contándonos historias y preguntándonos rezos para ver si ya los habíamos aprendido. Todo esto era impresionante porque aparte de aprender el bien y el mal, aprendí a tener miedo, a sentir cosquillas en el estómago, y sensaciones así. Realmente las tenía que aguantar porque creía que era normal; pero después descubrí que otros niños iban al catecismo a catedral, o en otras iglesias con catequistas jóvenes, pues yo creo que hubiera sido diferente. Bueno, pues hice la primera comunión a los siete años.
Ana Lourdes.