Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

Queridos lectores, quiero platicar sobre la epilepsia.

        Tengo un hermano que sufre de epilepsia desde que tenía 18 años; él ya tiene 45 años y aún padece de esa enfermedad. Yo recuerdo cuando le pegó por primera vez, yo tenía apenas 6 años, estaba durmiendo cerca de él, era en tiempo de frío y fue en la madrugada. Estábamos durmiendo en el suelo, junto al comedor; estaba todo oscuro cuando se empezó a oír que se movían las sillas y rechinaban los dientes; después escucharon mis papás y mi hermano mayor y se levantaron. Y ellos al igual que yo, nos asustamos mucho al ver a mi hermano en esa situación en que se encontraba. No sabían que estaba pasando; con decirles que no encontraba el foco para encenderlo. Mi mamá estaba muy asustada, cuando prendieron la luz, mi hermano estaba todo torcido con la lengua de fuera y los ojos blancos, estaba morado y tenía mucha espuma en la boca. ¡Créanme que fue una impresión muy grande que no he podido olvidar¡; yo me preocupo mucho por él.

        Él ya está casado, tiene 3 hijos, el mayor tiene 18 años, y su esposa es enfermera; pero de nada sirve, ya que en lugar de apoyarle y brindarle ayuda, lo tratan muy mal, lo ofende mucho, le dicen “ataquiento” y los dos hijos mayores no lo respetan. Inclusive el hijo mayor le ha levantado la mano queriendo golpearlo. No lo toman en cuenta para nada, se avergüenzan de él por su enfermedad. Él sufre mucho por eso, y también porque no dura en los trabajos; porque le pega el mal al estar trabajando y lo despiden. Antes le pegaba dormido, pero ahora le pegan hasta despierto, y ya ni los medicamentos que estaba tomando le hacen efecto. Con decirles que ya cambió hasta de religión para ver si por medio de ellos lo curaban, él tiene mucha fe, pero aún sigue igual.

        Bueno, pues, ahora les quiero platicar el caso de mi niña. Ella tiene 10 años; y una noche que estábamos cenando, terminó de cenar y se levantó de su silla y se fue para mi recámara. Escuchamos un ruido y un quejido, nos levantamos corriendo a la recámara y la encontramos tirada en el suelo retorciéndose; y los ojos en blanco. Pegué un grito muy fuerte cuando la encontré tirada en el suelo retorciéndose, y mi esposo y los otros niños se asustaron tanto que no podían ni hablar. Mi esposo la levantó y la acostó en la cama, estábamos desesperados todos y llorábamos y gritábamos de desesperación. No sabíamos que hacer ante un caso que no esperábamos como este; no sabíamos exactamente qué estaba pasando. Se empezó a poner morada, pálida, pensamos que iba a morir; el niño más grande le hablaba y le gritaba llorando, mi otro niño de 6 años se quedó paralizado sin hablar, miraba fijamente, asustado a la niña, yo no sabía que hacer. De la misma desesperación, me senté en el suelo, pidiendo a Dios que a mi hija no le pasara nada malo.

        Después, le hablamos a la cruz roja, pero tardó mucho en llegar; y la subimos al carro y nos la llevamos al seguro, pero mi hija no reaccionaba en todo el camino. Cuando llegamos al seguro mi hija ya iba recobrando el conocimiento; me bajé del carro con ella en brazos; entré corriendo al seguro y la recosté en una camilla que me indicó el médico de guardia; después la revisó y nos preguntó que le había pasado, y le explicamos todo lo que le pasó.

        Nos dijo que no le podía dar ningún medicamento porque no sabía exactamente de que se trataba; no sabía si era una convulsión epiléptica. Nos recomendó que la lleváramos con un neuropediátra; le hicieron exámenes, al parecer no tiene nada en su cerebro pero la tienen en tratamiento; yo tengo mucha fe en Dios, y en el doctor que me la está atendiendo.

        Yo les quiero pedir a todas esas personas que tienen parientes con este tipo de problemas, que les ayuden en todo lo que puedan, que les apoyen y no se burlen de ellos; porque cualquiera podemos estar en una situación similar. Nadie está exento de sufrir este tipo de crisis; explíquenles a sus hijos lo que es este tipo de enfermedad, para cuando ellos lleguen a ver a alguna persona con este mal, que no se asusten y traten de ayudarles. Y que les brinden apoyo, para que no se sientan solos, que se sientan queridos y protegidos.

        Que Dios bendiga a todas esas personas que sufren de esta terrible enfermedad, y que no se sientan un estorbo; que busquen ayuda profesional, que con fe y confianza en si mismo todo mal es más llevadero.
Gracias.
Se despide de ustedes su amiga.

Conchita.