Llegó el momento en que nuestro bebé nos lo dieron de alta después de un largo periodo de espera, en el cual nos sentíamos con incertidumbre; ya que el médico del bebé se mostraba inseguro para dar su dx. Pero fue muy crudo cuando habló con nosotros; primero puse mucha atención a sus palabras, después sólo veía que su boca se movía, miraba sus gestos, pero no escuchaba nada, sólo pensaba en mi hijo, mi mente parecía una película muda, pero mi corazón se hacía pequeño, mi garganta se secaba y mis ánimos disminuían; ya que según el doctor no se podía hacer nada, y era mejor que nos lo lleváramos a nuestra casa, con ciertas indicaciones y muchas citas, médicos, exámenes. Al principio me hacía feliz la idea de llevármelo, pero me daba un poco de temor su dx. A pesar de ser enfermera, no era ella la que atendía a mi hijo, sino la mamá; cuando llegamos a la casa, mi comportamiento era un poco exagerado: demasiado limpio, cero ruido, etc, etc.
Al llegar con el dr. Nefrólogo, nos trató muy bien, pero su mirada era distinta, algo me decía que las cosas no andaban bien; volvió la angustia. Ya se acercaba la hora de trabajar, y mi familia no se ofrecían a cuidarme al bebé, nunca dijeron nada, pero yo notaba su miedo al bebé; y en cierta forma me sentía triste por el rechazo, era diferente todo, a cuando nació mi hija. Las reacciones de mi familia y la de mi esposo, no eran igual; ya que en la guardería tampoco lo aceptaron, por su problema. Al llegar a mi trabajo busqué ayuda, la autoridad superior, el cual se portó déspota, grosero; me sentí muy impotente, lloré, tenía coraje. Pero gracias a Dios, mis compañeros de trabajo encontraron la solución, y con el apoyo de ellos, me mandaron a la jornada acumulada. Siempre me he sentido muy querida en mi trabajo desde que ingresé a la institución.
Pero no todo acaba ahí, mi hijo se le agrega otro problema neurológico; continúan las vueltas; y nuestro corazón se vuelve a apachurrar cuando notamos que nuestro hijo no ve, es un pequeño piquetito, pero menos, se somete nuevamente a estudios y vuelve la angustia ¿y ahora qué?. Pero estamos conscientes de que nuestro hijo es prestado, y lo aceptamos como es, pero tratamos de darle una buena calidad de vida, con sus deficiencias; y el estar en contacto con Dios, nos da fortaleza y esperanzas para continuar.
Estamos en las mejores manos y pensamos que todos estamos haciendo lo correcto para que nuestro hijo viva lo que tiene que vivir. Es difícil concientizar a la familia, ya que hay recriminaciones; que si lo atiende Dr. X ó el Dr. Y. Pero creo que nosotros hemos luchado desde que mi hijo nació hasta este momento. Es una experiencia con muchas emociones, y nos han puesto a los límites, pero hemos podido superar; hasta pienso que nosotros deberíamos tener terapia.
Pero simplemente le damos gracias a Dios, por permitir que disfrutemos a nuestro hijo; y el sabrá cuando lo llame a su lado.
Y a través de esta cartita, expresamos un poquito de lo que sentimos y cuanto amamos a Carlitos.
Su mamá, Norma.