Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

Y viendo mi sufrimiento, me dice: “bueno pues, quédate, al fin eres enfermera”. Desde ese momento, empecé a repasar los últimos días de mi vida; pensando, buscando en qué momento había iniciado el padecimiento. Ya que el diagnóstico fue meningitis, y uno como personal de salud, sabe todo lo que este padecimiento conlleva; que tipo de secuelas deja. Mientras yo le pedía a Dios y a toda la corte celestial (como lo dijo una amiga), veía todos los procedimientos que se le estaban realizando a mi hijo; y en la administración de un medicamento para evitar que siguiera la convulsión. Ya que este evento se presentó en 3 ocasiones, mientras permaneció en urgencias. Luis Antonio presentó depresión respiratoria severa; y me dice el pediatra: “Rosy, no lo quiero intubar, no quiero causarle más daño; vamos ambulearlo y estimularlo hasta que responda”. Y así duraron cerca de 2hrs.

Cabe aclarar que, en todo momento sentí apoyo espiritual, físico y mucho compañerismo por parte del personal de todas las áreas; de todos los niveles jerárquicos. Mi hijo salió de su estado de inconsciencia 12 Hrs. después; con las molestias y dolores que causan los procedimientos invasivos; ya que se le realizaron estudios de laboratorio y gabinete; así como punción lumbar para establecer un diagnóstico, y así iniciar un tratamiento específico. Así continuamos hasta el día 22 de enero, que me lo dieron de alta, aún con tratamiento y con fiebre, que se controlaba sólo lo que dura el efecto del medicamento.

El lunes 27 de enero por la mañana, fue valorado por el pediatra y le comenté que por qué la fiebre; que en sí no se le quitaba. Se le realizaron estudios de laboratorio y RX y no se encontró nada. Y me dijo: “llévalo con el neurólogo en la tarde a ver qué te dice, y me avisas”. Por la tarde fuimos con el especialista y le comenté el caso y me dijo: “él todavía tiene meningitis, tiene que ser hospitalizado de nuevo”. Ese día el niño y yo lloramos; él porque desde el día que lo dieron de alta no lo había dejado salir ni al patio a jugar, por la fiebre constante; y yo porque no era posible que aún no se recuperara de todo, a pesar de tanto antibiótico. Y de nuevo empezaron los estudios de todo tipo y el resultado el mismo: meningitis; otro nuevo tratamiento de antibióticos que le “barrieron” todas las defensas.