Mi marido y yo hicimos todo lo que pudimos para tener un bebé. Intentamos con cirugía, tratamientos y fertilización, pero nada dio resultado. En unas vacaciones que tomamos y haciendo acopio de valor ante mi temor a lo desconocido, decidimos que íbamos a adoptar un bebé. Y así fue.
En el momento menos pensado, y sin previo aviso, Bárbara llegó a nuestra vida convirtiéndonos en los orgullosos y flamantes padres de una hermosa niña que amamos profundamente.
La primera revisión médica se la hizo el pediatra el mismo día en que la tuvimos con nosotros. Todo aparentaba ser normal. Cuando la niña cumplió un mes, su pediatra le descubrió un soplo, que el especialista diagnosticó como “estenosis pulmonar”. Es decir, tenía un problema en la arteria pulmonar. Afortunadamente, a los 9 meses de edad, por medio de una plastía se le corrigió en gran medida ese problema, y actualmente no representa peligro alguno para ella.
Sin embargo, la cabeza de Bárbara no crecía como debiera, no fijaba bien su vista ni tampoco reaccionaba adecuadamente ante el sonido. Era obvio que motrizmente hablando estaba atrasada respecto a los bebés de su edad. Una vez descartada la sordera y la ceguera, se le diagnosticó a nuestra hija una malformación cerebral llamada atrofia cortical. El médico nos ha dicho que el área afectada controla precisamente la motricidad y el lenguaje.
No
sabemos, ni se nos puede dar un diagnóstico definitivo, de qué
implicaciones tendrá esto en el futuro. Por lo pronto y desde
hace ya casi 5 meses, estoy dándole terapia para que la niña
aprenda a sentarse, rodar, gatear, etc. Y vemos con alegría que
ha tenido progresos. Debemos trabajar todavía mucho más
en ese sentido, pero estamos poniendo los tres todo de nuestra parte
para que la niña salga adelante. Es lo único que queremos,
y le pedimos a Dios que el día de mañana ella pueda ser
una persona independiente. Sabemos que lo puede hacer, tiene el amor
y el apoyo de toda nuestra familia, y tiene el carácter y la
voluntad de una luchadora.
Mi hija María Luisa va a escuela especial, y bajó mucho por cambio de maestra; porque la maestra los regaña mucho, y la niña nos cuenta que le grita. Cuando ella nos dijo que la maestra les grita, fuimos con el maestro de lenguaje y le platiqué el problema. Entonces el maestro nos contestó que el año pasado la niña era muy activa.
La maestra la amaga que si no pagamos la cuota la va a regresar y si no la va a castigar.
Soy mamá de 3 niños, nunca había tenido problemas en las escuelas anteriores; en la actualidad tengo problemas con mi segunda hija, ya que se queja de su maestra, dice que la trata mal, que le decía cosas, que le hablaba fuerte a diferencia de otros niños, ella notaba el cambio, yo notaba triste a mi hija cada vez que salía de clases.
A mí eso me generaba angustia, demasiada angustia, porque empecé a tener problemas de tensión nerviosa. En las noches, mientras dormía cerraba mis manos tan fuerte que me dolían y yo no me daba cuenta. Cada vez que veo a mi hija que sale con su carita triste de la escuela me siento muy mal, platico con ella y hay veces que no me quiere decir nada.
¡Mi hija como que ya aceptó que es la que no entiende inglés! Y me siento mal cada vez que me dice que ella es la culpable de lo que pasa, mas no la maestra (palabras que no son de la niña).