Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

Vi a mi niño manipulado por muchas manos: uno lo sostiene e intenta canalizarlo, y otro lo intenta, y otro lo intenta. Tanto piquete que no quedó más que una buena vena en su cabecita. No puedo describir, la boquita abierta, sus encías, y la resistencia que opuso mi pedacito de alma que se durmió de cansancio. Y pude ver bien, un vaso enteipado a su cabeza, supongo que para proteger la aguja. Tenía una sonda hasta el estómago, enchufado a unos monitores (me advirtieron el costo de 1,500 dólares por los cuidados por una noche); no los oí bien, la enfermera me explicaba lo necesario de todo aquello y me pedía dejar el vidrio, no me convencía de que tanto maltrato era necesario.

El niño despertó a luchar de nuevo con el triperío y a morder a los lados buscando su alimento; de nuevo se durmió de tanto llorar, así fue por más de 8 horas, tiempo límite para exigir en otro tono me permitieran alimentar a mi bebé. Pasé a la máquina extractora y llené unas botellitas pequeñas, pasé a darle el alimento al niño y me asustó ver sus bracitos moreteados, su ombliguito sangrando, y una peladura atravesándole la cara que le levantó los vellos al quitar el enteipado. Una enfermera cuidaba su ombliguito y él lloraba con un quejidito apenas perceptible.

Creí que comería desesperado, pero apenas mamó y volvió a dormir toda la noche; le canté tonaditas inventadas, él despertaba, comía poco y a dormir entre suspiro y suspiro. ¿Me creen si digo que algo pasó? Mis tonaditas no lo volvieron hacer sonreír.

Comprobaron que la sangre era mía al mostrarles la leche extraída. Te culpas después por no haberlo defendido, por tu pasividad. Y cuando me preguntaron que si iba a demandar al hospital les dije que sólo me entregaran al niño, y fueran a practicar con los suyos.

Una hernia quedó como recuerdo de lo que platico, y aunque no hay médico que me diga que ese hecho tiene algo que ver (con todo y lavados estomacales que no conté) una sabe que no fue nada bueno, y algo afectó la vida de mi hijo.

... Hay cosas que prefieres no recordar, porque te hacen daño.

Mi niño al año y medio se “atoró”, digámoslo así, en el desarrollo de su lenguaje; comenzó a mostrar poco interés en la gente y a comportarse como sordo. Cerca de los dosaños se le hizo un electroencefalograma que resultó en actividad cerebral normal. De ahí mi esposo con la idea de que “es cuestión de tiempo”: mi hermano habló a los 5 años, fulanito al los 7, etc. La segunda acción fue revisar sus oídos = “otitis media cerosa”; nunca se quejó de dolor en los oídos, así que no me di cuenta en que momento mi nene oía menos, sólo se pegaba más al tocacintas. Aparecieron conductas nuevas, preferencias poco usuales en juegos y juguetes. Pasado los dos años, nos sorprendió dándose topes en la pared ante cualquier frustración.