Cuando mi esposo y yo supimos que esperábamos dos bebés nos volvimos locos de alegría, y ésta fue mayor al saber que eran hombre y mujer. Teníamos mil planes, todo era perfecto “ya nuestra familia sería tal como siempre quisimos”. Pero nunca imaginamos que todo cambiaría el día que empecé a sentirme muy cansada; era 14 de septiembre y esperábamos a nuestros hijos para el 17 de diciembre, según la cita con el médico, el cual nos dijo que todo marchaba bien, pero que no descartáramos la posibilidad de que llegarían antes por ser un embarazo gemelar.
Cuando llegamos al hospital y el médico me revisó, dijo que no había nada que hacer, sólo esperar a que nacieran, y que las esperanzas de vida para ellos eran nulas. Yo quise morir; todas nuestras expectativas se venían abajo. Hubiera dado todo porque mis pequeñitos estuvieran bien; pero desgraciadamente ni mi vida se podía cambiar por la de ellos.
El momento llegó, me llevaron al quirófano; yo no dejé de rezar ni un minuto. El médico trató de que fuera parto normal, pero no pude y decidió hacer cesárea. Yo estaba medio inconsciente, cuando sentí que me los sacaron; mi pregunta fue: ¿cómo están los bebés doctor?, y él no me decía nada, y yo insistía: ¿respiran doctor?, cuando él dijo sí, para mí fue una esperanza de vida para ellos.
Después no supimos nada de ellos las siguientes cuatro horas. A ellos los asistían dos médicos pediatras: neonatólogo y cirujano. Cuando al fin salieron, después de esas eternas horas, nos dijeron que estaban graves, muy críticos; y que no podían darnos ninguna esperanza. Ese mismo día a las 11:00pm fueron bautizados. No sabíamos que hacer, lo único que nosotros podíamos hacer era esperar, sentíamos una gran impotencia.
Al siguiente día fui al cunero a verlos. Mi hija Paloma del Cielo pesó 800gr, y midió 33cm; estaba tan pequeña, en esa incubadora conectada del respirador, entubada, con electrodos, y a otras cosas que nunca había visto. No podía creer que ese cuerpecito estuviera ahí respirando y luchando por vivir. Luego pasé a ver a mi hijo Jesús Daniel, estaba al igual que Paloma conectado a todos esos aparatos con su cuerpecito completamente morado; los dos tenían luces, y sus ojos y sus genitales cubiertos. Fue tanta mi impresión, salí llorando y mi desesperación e impotencial fue mayor; seguimos rezando y pidiendo por ellos que estuvieran bien.
Pasaron las primeras 24 horas, y los primeros 3 días, entonces nos dijeron que los niños traían muchos problemas por su inmadurez; mil cosas que no entendíamos, su estado era muy crítico, no nos daban esperanzas. Aunque nos dijeron que las mujeres eran más aguantadoras que los hombres, ellos se mostraban más optimistas con Palomita. A los 5 días de nacido Daniel, nos pidieron sangre para él; le hicieron 2 exanguíneos. A pesar de todo, mi esposo y yo perdíamos la fe. Cada día que pasaba para nosotros era una lucha que los bebés ganaban.
En esos días a Daniel le dio taquicardia y se le presentó bilirrubina, aparte de sus pulmones inmaduros; estábamos muy preocupados por él. Y así pasaron diez días, en los que Palomita y Daniel seguían aferrándose a la vida, y nosotros admirándolos cada día más. El día 11, Paloma presentó problemas en sus riñones y el medicamento que le daban afectó su pequeño corazón y se puso muy mal.
Un día nos hablaron a casa para que fuéramos al hospital; el médico nos dijo que Paloma estaba muy cansada y que ya no podía hacer más por ella, porque le estaba manteniendo la vida artificialmente. A partir de eso, no nos despegamos de su lado: le hablaba, la tocaba, y le pedía que siguiera luchando por su vida; pero siguió empeorando y yo estaba deshecha, no me hacía a la idea de perderla, la esperé tanto tiempo a ella y su hermanito, teníamos tantos planes, tantas ilusiones y todo se venía abajo. Duró dos días más; el día 12 nos dijo el médico: “la estoy haciendo sufrir, siento que estoy actuando en contra de la naturaleza”; entonces mi esposo y yo hablamos con ella y le dijimos que ya no seríamos egoístas, que se fuera, que seguramente a donde iba, era un lugar mejor para ella, pero que no se olvidara de su hermanito, y le pasara sus fuerzas y sus ganas de vivir. No se cómo pudimos hacerlo, la amábamos tanto y tuvimos que aceptar que se fuera. Esto fue en la noche, otro día en la mañana después de verla aún viva y cuando los médicos nos habían dicho que Daniel también estaba muy mal, que se había complicado todo, Palomita murió, y con ella parte de nuestras esperanzas, fue el trago más amargo que hemos pasado...
Más tarde al regresar de la funeraria y con los ánimos por los suelos, nos dieron la sorpresa de que Daniel había mejorado, no lo pudimos creer, ese pedacito de amor con voluntad propia, a su manera nos estaba dando una gran lección.
Gracias a que teníamos a Daniel, y el saber que él nos necesitaba, pudimos superar la muerte de Palomita, aunque ella siempre y en todo momento está en nuestro corazón.
Danielito seguía mejorando, aunque muy lento, pero por mínima que era su mejoría, para nosotros era un gran salto, sabíamos que todavía nos esperaba un largo camino por recorrer, y no sabíamos cuál iba a ser el desenlace de éste.