Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

Tenía una hermana a la que quería mucho. La atropelló un carro: venía de la escuela, la acompañaba otra niña más grande que ella; su muerte fue inesperada y muy fea porque una de las llantas del carro le pasó por la cabeza. Yo dejé de hablar, ella era un ejemplo para mí como hija y como hermana. La ropa que quedó de ella se la dio mi mamá a la niña que la acompañaba en el accidente; pero ella, la niña, cuando se ponía la ropa de mi hermana no quería pasar por enfrente de mi casa, porque ella decía que mi mamá iba a llorar cuando la viera con la ropa de mi hermana.

Yo recuerdo mucho cuando jugaba con ella y cuando me enojaba o no quería que jugara con ella. No porque no quería que jugara sino porque le tumbaba todos los juguetes, entonces mi papá me pegaba y me castigaba. Me acuerdo que ella sola, a los 7 años, empezaba a arreglar su ropa, era muy cuidadosa. Guardo con mucho cariño una mochila de ella y el ángel de la guarda. (Enero de 2003)

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Un día mi hijo empezó a preguntar por la muerte de su abuelito. Nos decía que si abriéramos la tumba ahora, que si qué íbamos a encontrar. Que si íbamos a encontrar huesitos o todavía estaba su cuerpo; que si ¿qué pasa? Su papá le contestó que a lo mejor encontrábamos puros huesos, y le preguntamos al niño que si por qué su pregunta, que si en la escuela le estaban hablando sobre la muerte, él dijo que no, que él nomás quería saber. (Enero de 2003)