Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

“Los golondrinos nos traen la panacea”

Tengo 17 años ejerciendo la pediatría y, desde la residencia, siempre ha sido un desafío los padecimientos neurológicos con trastornos del desarrollo mental. Sobre todo pesa, ver la angustia y desesperación que viven los padres por tratar de ofrecer más a su hijo.

Cierto día, llega a la consulta un pacientito con su mamá que la conozco de mucho tiempo atrás, con un padecimiento de crisis convulsivas de difícil control y trastornos en la motricidad, secundario a su epilepsia, y todos los problemas socioculturales que acarrea tener un hijo con estos problemas. Su mamá casi brincaba de gusto por decirme: “doctor, ya dimos con el problema de Raulito, tiene el Síndrome de Moebius”. Me dio un nombre que sinceramente nunca lo había escuchado, y ya le dieron el tratamiento para que se le quite. Me enseñó los medicamentos que tomaba: un estimulante, un anticonvulsivo y un medicamento para “mejorar la circulación cerebral”. Se lo recetó un neurólogo que vino de la Cd. de México, que le realizó un mapeo cerebral, y en tres meses viene de nuevo a checarlo.

La realidad es que, no pude apoyar ni refutar nada; bueno, dije dentro de mí un área que no es mi especialidad y tan compleja: “zapatero a tus zapatos”, a seguir con lo de uno, a tratar de investigar esta nueva enfermedad para que no le cuenten a uno. Pero cual es mi sorpresa, que a los días llega otra paciente con trastornos del aprendizaje y retraso mental; cuadro totalmente diferente del anterior, y me dice la mamá muy entusiasmada: “doctor ya dimos con el problema de Ma. Luisa, tiene Síndrome de Moebius. El mismo nombre del problema de Raulito y la misma historia del caso anterior, con los mismos medicamentos; igual, con mapeo cerebral dieron con el diagnóstico y se checa de nuevo en tres meses.

El colmo con otro paciente que acude refiriendo mareos, los cuales se le presentan a diario. Se hace la semiología, y encontramos que toma los mismos medicamentos que los casos anteriores: porque tiene malas calificaciones, y de la escuela lo mandaron con el mismo doctor; también le realizó mapeo, por supuesto.

Investigando con los pacientes nos dimos cuenta de que para tener derecho a una cita hay que pagar $600.00; más el pagó de la consulta $1,500.00; más el mapeo $3,500.00; sólo efectivo. Hay que ponerse aguzado o rogar para que te den consulta, porque está lleno, puesto que de la escuela mandan a evaluación a los niños.

Da coraje ver colegas que se aprovechan de la situación de los pacientes, para mercadear con las esperanzas de los papás, desesperados por problemas que, algunas de las veces, son trastornos de desarrollo o de adaptación del niño; o que no tienen un pronóstico bueno y se les ofrecen falsas expectativas. Deberíamos nosotros: los colegios de neurólogos y los pediatras, manifestarnos; exponer a la sociedad y las instituciones educativas, los recursos humanos y técnicos con los que se cuenta, para que no nos vengan a vender “espejitos”.