Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

La maestra Rosa Linda y el niño Luisito

Rosa Linda es una maestra encantadora, todos sus alumnos la quieren mucho. A decir de ellos, es la suma de todo lo que esperan en una maestra: amable, bondadosa, inteligente, simpática…

Todo los días, como es costumbre antes de salir a la escuela, se sienta a la mesa a desayunar. Se prepara un gran plato con avena, y leche fresca, acompañada también de unas ricas galletitas con chispas de chocolate.

Pero esta mañana en especial, se encuentra preocupada. No sabe qué hacer para conseguir que Luisito –uno de sus alumnos– muestre interés por otras cosas que no sea ver televisión.

Ha observado que durante el recreo, no juega con nadie; y cuando se le pregunta algo, sólo hace una terrible mueca para contestar. Ya ha hablado con sus papás para comunicarles su preocupación; pero ellos sólo se miran uno al otro sin responder nada.

Pero Rosa Linda tiene un secreto, la flor que lleva sobre su sombrero es mágica, a través de ella puede ver lo que ocurre en casa de Luisito, lo que ella observa es: que en su casa su mamá no lo deja jugar, constantemente lo regaña porque puede manchar su ropa, y ella está muy cansada de trabajar todo el día para limpiar lo que él derrama, entonces sólo ve televisión. Tampoco tiene tiempo para jugar con él. Llegó el momento en que Luisito no quiere hablar con nadie, incluso ni con sus papás.

La maestra ha estado pensando de qué forma pudiera sacar a Luisito de este terrible estado. Les ha dicho a sus papás que lo que su niño necesita es que le permitan expresar sus sentimientos, que lo acepten tal como es, que lo dejen jugar y explorar sin constantemente estarlo regañando, ni criticarlo por lo que hace mal; o compararlo con los demás niños de su grupo, o exigiéndole que saque las calificaciones más altas. Que si no juega con tanta fuerza como los otros niños, que no lo ridiculicen; que no le exijan que tiene que ser o hacer lo que los otros.

Algunas de las cosas que ella les dijo, y se las trasmitimos textualmente, fue lo siguiente: “Un niño necesita un ambiente en el cual sea aceptado incondicionalmente. Deben tener una comprensión del niño, esto sólo se logra poniéndose en su lugar, conociendo sus deseos, necesidades, temores; al mismo tiempo que le dan seguridad, libertad de pensar en diferentes cosas o de diferente forma; de sentir, de actuar, de expresar y de ser. Brindarle la posibilidad de ser libre pero con responsabilidad, de tal modo que pueda existir también la confusión, la equivocación y el temor”.

También les hizo ver que los niños de nuestra época (aunque ella está un poco chapada a la antigua), son más proclives a percibir pasivamente con sus cinco sentidos en lugar de expresar de forma constructiva sus ideas, sentimientos, impulsos y fantasías. Que los niños viven prácticamente “conectados” a la televisión, a la radio y a la computadora como si fueran sólo receptores de estímulos. La mayor parte del tiempo no expresan ni desarrollan su potencial creativo. Por esta razón, necesitan ellos como adultos, enseñarle otro tipo de actividades que fomenten dicho potencial.

Finalmente, los papás de Luisito ya entendieron que su niño es único y que no le van a exigir aquello que no sea capaz de hacer. Por fin se van a dar la oportunidad de conocerlo y de quererlo con las limitaciones que pueda tener. Y lo van a apoyar en todo lo que esté en sus manos para que él pueda desarrollarse libremente: sin regaños, sin críticas, sin burlas… Y sobre todo, le van a permitir, que él pueda expresarse a través de aquella actividad que él desee; ya sea por medio del dibujo, de contar historias, de pintar, cantar, bailar., en fin de desarrollar su imaginación y creatividad. (Junio de 2003)