Dra. Ana Silvia Figueroa D.
Una de las autoras que describe ampliamente los estragos de la educación, lo que ella ha llamado “pedagogía negra”: esos métodos educativos con los cuales crecieron nuestros padres y abuelos, es Alice Miller. Aquí es importante puntualizar que, sólo hasta finales del siglo XIX, se fundó en los Estados Unidos y en Inglaterra, la Sociedad para la Prevención de la crueldad en los niños (The Society for the Prevention of Cruelty to Children). Y no es sino hasta 1999, que el maltrato infantil es considerado por la Organización Mundial de la Salud como un problema de Salud Pública.
Nuestro interés al retomar el trabajo de dicha autora, que si bien es cierto, fue escrito en otras condiciones sociales e históricas, además de mostrarnos casos extremos dadas las condiciones que imperaron en su país, Alemania; sí nos ofrecen luz en algunas ideas, con algunos matices, claro, sobre lo que en nuestro medio aún pudiera estar sucediendo.
Hecha la aclaración, podemos pasar a comentar que, la autora, en su libro: Por tu propio bien. Raíces de la violencia en la educación del niño, se cuestiona por qué, si existen muchos buenos libros que informan sobre los efectos nocivos y la crueldad de la educación, dicha información ha producido tan pocos cambios en la actitud del público general. Su respuesta es que el ejercicio del poder por parte del adulto sobre el niño, es una práctica que, como ninguna otra, puede permanecer oculta e impune.
La misma señala que, mientras no nos sensibilicemos ante los padecimientos del niño pequeño, este ejercicio del poder no será atendido ni tomado en serio por nadie, y sí totalmente trivializado, pues se trata sólo de niños. Pero estos niños se convertirán, veinte años más tarde, en adultos que les cobrarán todo esto a sus propios hijos: “así, los niños maltratados maltratarán, los amenazados amenazarán, los humillados humillarán y aquellos a quienes les maten el alma, matarán a su vez a otras”. Es importante señalar, que lo anterior, puede tomarse como una generalización, ya que sabemos de la existencia de casos en los que afortunadamente no se reproduce dicho fenómeno de manera tan lineal.
Las palizas, nos dice, son sólo una forma de malos tratos y resultan siempre humillaciones, porque al niño le está prohibido defenderse y a cambio debe mostrar gratitud y respeto hacia sus mayores. Pero junto al castigo corporal hay toda una escala de medidas refinadas que se aplican “por el bien del niño”, medidas que éste no puede comprender y, precisamente por ello, suelen tener efectos devastadores sobre su vida posterior. Luego, el llanto, como reacción natural ante el dolor, es reprimido con un nuevo castigo.