Cuando Alfonso entra a segundo año de primaria, la maestra de él nos mostró su inconformidad hacia nuestro hijo. Pues ella nos dijo que era un niño distraído; el cual no ponía atención durante las clases. Al paso de los días en vez de mejorar la situación empeoró un poco más. Lo cual conllevó que la maestra tomara medidas correctivas hacia el niño sin nuestra autorización.
La maestra les dijo a los demás compañeros de clases de nuestro hijo, que no le dirigieran la palabra, lo cual los niños obedecieron inmediatamente, rechazando rotundamente a Alfonso.
Después de que la maestra tomó esa acción de rechazo hacia Alfonso, yo fui a la escuela para platicar con el maestro de apoyo de ésta. Lo cual me sorprendió mucho ver a mi hijo llorando fuera del salón de clases. Al preguntarle que si porque lloraba, el niño me mostró que era porque ninguno de sus compañeros quería jugar con él, porque la maestra les había prohibido que le hablaran.
Yo mostré inconformidad por lo sucedido, y fui a hablar con la maestra por lo que había pasado. Al entablar una plática con ella, me mostró que les había dicho a los niños que no le hablaran a mi hijo; pero no les especificó a ellos que en dónde y cuándo no le iban a hablar, lo cual los niños lo tomaron como que era: tanto dentro como fuera del salón, durante y después de las horas de clases.
Posteriormente, la maestra me informó que había tomado esa decisión para que Alfonso no se distrajera durante clases y estuviera quieto y trabajara. Lo cual nos parece bien, pero no con esos métodos correctivos, porque podrían afectar psicológicamente a Alfonso, con una situación de rechazo rotundo de sus compañeros hacia él. (Enero de 2003).