Boletín Informativo, de expresión libre y creativa para padres, niños, familiares y amigos.
Hermosillo, Sonora, México.

Todo comenzó hace aproximadamente ocho meses, como desde diciembre del año pasado, cuando por primera vez salió muy mal en sus exámenes, y la maestra me mandó llamar para decirme que Rodrigo no estaba trabajando bien; que no era grosero ni agresivo pero que no hacía sus repasos y se salía del salón con el pretexto de ir al baño y no regresaba más.

Rodrigo siempre ha sido un niño inquieto, pero dentro de lo normal; participaba en el equipo de foot ball del colegio, no era muy activo mas bien flojo pero le gustaba asistir, era tímido, reservado y hablaba poco. Nunca ha sido la excelencia pero tenía buenas calificaciones. Cuando cambió de actitud yo pensé que se trataba de las amistades, pues empezó a relacionarse con niños que se conocían como inquietos y tremendos, y a raíz de eso nosotros cambiamos con él, y empezamos a hablarle mucho, a ponerle más atención; después a castigarlo, a presionarlo para que reaccionara. Pero cada vez era peor; yo notaba que no había nada que le motivara; era angustiante y decepcionante ver todo lo que hacía. Empezó a desobedecer, le hablabas y como si no te oyera, hablaba solo. Hace muecas y muchas travesuras. Una inquietud exagerada que hasta la fecha nos cansa mucho estarlo siempre vigilando para que no se lastime, porque como que hace cosas sin pensar. Después ya no quiso jugar con sus amiguitos de la colonia, ya no le atraía andar con ellos; él se iba solo caminando sin rumbo a lugares lejos de la casa y sin permiso, y cuando regresaba lo castigaba mucho y él me contestaba que no sabía por qué lo hacía, que en el camino pensaba mucho en mí, pero no podía regresarse. Tenía mucha ansiedad en la casa, no paraba ni un segundo. El refrigerador lo abre muchas veces durante el día, siempre tiene hambre pero de dulces no de comida. En general es malo para comer. Antes era muy cariñoso y tierno, hoy juega muy pesado y no mide los golpes.

La psicóloga del colegio lo empezó a observar y vio que deambulaba por los pasillos; buscaba en la basura que comer, y todo lo que tenía en sus manos lo destruía: si era el lápiz lo quebraba o lo mordía, la calculadora la desbarató, etc. Pero siempre tenía sus manitas ocupadas; empezó a comportarse como un niño que no sabe de reglas, ni de principios. Tomaba cosas que no le pertenecían, juntaba los chicles del piso y se los comía; por mas que le explicaba las consecuencias de lo que hacía, él contestaba: “no sé”. La maestra del colegio trató de ayudarme, pero definitivamente no pudo. Él terminó cansándola y no hubo poder humano que lo hiciera trabajar: ni premios, ni dinero que es lo que más le motiva. No hacía los exámenes, no por no saber, simplemente porque no quería escribir; porque estudiábamos juntos, y yo sabía que él sabía. El año pasado tuvo la mejor letra de su salón; este año ya no se entendía lo que escribía.

Todo este comportamiento nos hizo sufrir bastante, porque inconscientemente temíamos que algo estuviera pasando. Yo llegué a pensar que se trataba de un problema emocional, porque en ese tiempo su papá después de trabajar algunos años en Nogales se vino a Hermosillo, y él sí es muy inquieto y nervioso, pero yo le pregunté a Rodrigo y me dijo que estaba feliz porque su papá ya vivía con nosotros.

Lo estuve llevando con una psicóloga clínica y la única diferencia que noté es que ya se expresaba un poco más, hablaba de lo que sentía y le pedía a ella que lo ayudara a ser inteligente. Eso me agradó mucho pero sí era algo extraño en él, casi nunca decía nada de lo que sentía. Me dijo que el problema del niño era de conducta, le detectó atención dispersa e hiperactividad; y nos dio como tratamiento: darle obligaciones, disciplina y tener más paciencia con él, además de inscribirlo en una escuela pedagógica, y eso hicimos cuando mi esposo recordó que el niño nos dijo también hace algunos meses que haciendo con sus compañeritos una palanca con una piedra, al brincar le calló en el centro de su cabeza y que le había dolido mucho. Por eso decidimos visitar un neurólogo; el doctor accedió mandarle hacer los estudios porque el niño comentó que veía doble al levantarse en las mañanas. Y observó en sus ojos algo que no le gustó, y de ahí se derivaron los estudios y los resultados que se han visto hasta ahora. Han sido unos días espantosos, que no le deseo a nadie, pero sus palabras han sido un gran consuelo para nosotros, y tenemos muchas esperanzas en que todo se va a resolver favorablemente. (Enero de 2003) .


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