Mi nombre es Francisco, tengo 30 años de edad y soy profesionista (residente de pediatría). A los 12 años estudiaba el primer año de secundaria y me encontraba en la escuela; y de pronto tuve una muy rara sensación, como si no estuviera dentro de mí, y al poco rato desperté rodeado de mis compañeros y maestros, cansado como si hubiera estado jugando todo el día, y por un momento sin recordar donde estaba. No sabía que había sucedido: estaba sucio de todo mi uniforme, pues había vomitado y sentía que me faltaba aire. Al poco rato llegó un tío y me llevó al doctor que atendía a la familia desde hace mucho tiempo; el médico a su vez me envió con otro, un especialista: NEURÓLOGO. Nos informaron a mi familia y a mí que lo que me había pasado eran crisis convulsivas. Me realizaron una serie de estudios tratando de identificar la causa de dichas convulsiones, sin encontrar razón aparente.
A partir de entonces comencé un largo y aparente infinito camino en mi vida, que desde ese momento todos los días hasta hoy he tomado medicamento para controlar las convulsiones. Siempre lo he sabido sobrellevar, pues en realidad hago mi vida normal: juego, estudio, voy a fiestas, etc., lo único que no hago, y en realidad no ha influido este “detalle” que me hace “diferente”, es fumar y beber; pues estoy consciente de que estas dos actividades pueden deteriorar mi salud y aumentar la posibilidad de sufrir más crisis.
Hasta el momento he tenido aproximadamente 6 crisis convulsivas (afortunadamente sin secuelas serias); y continúo tomando mi medicamento.
Todo esto en realidad no me ha enfadado y no ha cambiado mi vida, pues lo he tomado como parte de mí, y lo he aceptado desde el inicio. Tan sólo espero algún día poder dejar el medicamento sin riesgos, y que no tenga más crisis.
EPILEPSIA con lo que
he tenido que aprender a vivir
desde los 7 años de edad: con timidez, miedo y angustia.
Por salir a la escuela, al trabajo y pensar que algo puede suceder
en medio de la gente, que me pueda observar y quizá burlarse
o reírse de mí.
Miedo a la vida, miedo al mañana, miedo
a mí misma.
El pensar que nunca podría o quizá podré ser
alguien normal,
sin medicamentos, sin horarios y sin traumas.
Por pensar que quizá ese día puede suceder algo,
que al sentirlo llegar, da escalofríos.
Miedo como si mis fuerzas se fueran, con mis manos
frías
y mis uñas de un color extraño, y el latir de mi corazón
se acelera;
después de eso ya no hay nada, sólo miradas extrañas
preguntando cómo estoy. Yo sólo contesto que sí.
Sin embargo, siento dolor de cabeza y un poco de cansancio en mi cuerpo…